jueves, 17 de octubre de 2013

Conociendo a María Josefa IX: La casa se queda pequeña

La casucha de la señora Joaquina se estaba quedando, a todas luces, pequeña e inservible. Empezaban a repetirse las solicitudes de admisión. 35.000 reales pèdía don Luciano Ontiveros por la casa a la que el padre Menni le había echado el ojo. Naturalmente, no tenían un duro, pero eso era lo de menos. Siempre ha sido lo de menos a la hora de las fundaciones según los planes de la Provindencia de Dios. La Superiora, María Josefa se compromete por escrito, en carta a dicho señor, el 12 de noviembre de 1880:
“a tomar en arrendamiento la casa, con todas sus dependencias y huerta, casa del colono, etc..., de propiedad de usted, en esta villa por el precio de ciento ochenta reales al mes; será de mi cuenta el conservar el tejado en buen estado en que se me debe entregar, así como lo demás del edificio y la huerta. Este compromiso será por el tiempo de tres años, y de no avidarse recíprocamente con seis meses de anticipación, se entendrá que de común acuerdo continúa la contrata… El edificio y anejos se destinan a establecimiento de mujeres dementes, o sea manicomio de mujeres…”
No fue posible; pero entonces les ofrecieron en venta otras dos casas, una de ellas en la calle Jardines y en ésta una pequeña huerta con granados. María Josefa reparó en ello enseguida y, como inspirada por Dios, dijo:
“Esta casa tiene que ser para San Juan de Dios, puesto que tiene estos frutales”.
Y así fue. Y así ha seguido siendo hasta nuestros días en que el Hospital de Ciempozuelos, que allí surgió, es, sin lugar a dudas, uno de los establecimiento hospitalarios más modernos y modélicos de todo el mundo. Y la inauguración de la casa se hizo el 8 de marzo, fiesta –claro está- de San Juan de Dios… Decidida de carácter como era, y ayudada por el padre Fundador, María Josefa se puso inmediatamente manos a la obra de hacer posible que, aún dentro de un ambiente de inevitable pobreza, tanto las religiosas y las aspirantes como las enfermas vivieran con relativa comodidad. Se dirigieron todoas a la nueva casa. El padre Menni las codujo a una habitación que destinó a oratorio, y allí descubrió el objeto que ocultaba: una preciosa fotografía de la imagen de Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Jesús. Les señaló el sitio donde debían levantar un altar para colocar la imagen. Sobre todo María Josefa y María Angustías no podían contener su emoción. Ya estaban en la casa de Dios, su casa, de la que solamente la muerte las podría separar. Era el 21 de febrero de 1881. 

Extractado de la obra “Luz en las sombras” de Miguel Angel Velasco

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